Camino sobre camino,
circunvalo el sol, la galaxia, Sirio y Canopus.
¿Te recuerdas de esas noches en que el cielo
estallaba de estrellas, estelas y nubes en la retina de nuestros desvelos sin
miedo?
Mire tus ojos y siempre fueron esos,
los que me azoraron con la presencia que era
compañía.
Esos que al mirarlos sabía,
aquí hay conciencia, hay viaje, hay un saber.
Encontrarse es leyenda que se cincela en piedra
y se enhiesta en medio de las aguas y los
cielos.
Se le lega al humano,
para que sus manos oprimidas por tanto miedo,
se liberen de lo que nunca fue cautivo.
Engaño.
Se resisten todavía en puros estertores,
pero saben, en un fondo arrinconado saben,
entienden sus corazones, sus sonidos los
llaman,
los habitan, los tientan con su ser.
Arrójate mi tierno niño,
que esas fauces no envenenan,
eres tu, la primavera y la siembra,
el equinoccio, el dedal, el tiempo y las
profecías.
Entrégate pleno para poder estallar como esas
colisiones estelares,
que giran y se extrapolan sumidas en el
silencio.
Aquiétate fieramente, que tu firmeza es la
matriz latente de la vida,
y el vacío la pupila,
por donde mira aquello que se mira.
Extracto de Las Trecemil Oraciones, palabras sobre silencio.
por Carlos Otero Robledo.
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