¿Cómo podríamos encontrar el fundamento de la Conciencia en nuestra experiencia si estamos aferrados a alguna promesa?
Nos seguimos equivocando en los mismos recovecos de la mente.
¿Por qué?
Porque no queremos ser honestos y evitamos mirar la totalidad de la experiencia que se despliega ante nosotros.
Tan bien nos han adiestrado a ser consumidores, a tan profunda raíz subconsciente ha llegado por generaciones, que no lo cuestionamos radicalmente sino y sólo a veces, en las ideas, en ese discurso auto generado, en ese diálogo interior. A ese cuestionamiento le llamamos rebeldía, espíritu de guerrero; en fin, tantas cosas. Pero llega solo hasta ahí. Una vez que ha encontrado una idea a la cual subscribirse, un maestro al cual seguir o un estilo de vida que vivir, toda esa mal llamada rebeldía se transforma como por arte de magia en una convicción por ideales, en donde inmediatamente la experiencia directa se deja de lado en pos de una serie de experiencias pre diseñadas con diferentes nombres, siempre sugerentes y abrasantes; siempre en esa lid de intentar resolverlo todo en una técnica, una religión, un personaje, etc.
Aparecen entonces las disciplinas que consiguen el conocimiento del universo en x días o repeticiones, sobre ciertos ayunos u obediencias; los apuntes sobre el como dormir, comer, hablar, tener éxito en los negocios. Aparecen también, los que hacen las cosas por uno: los limpiadores de energías, los liberadores, los dioses encarnados que aman a la humanidad y se sientan humildemente en sus tronos a bendecirnos y darnos un aceleramiento espiritual, los seres superiores, cósmicos, multidimensionales; los dioses que nos dicen que somos dioses y nos ponen a crear nuestra propia realidad. Y la lista sigue y sigue.
Hay un miedo intrínseco en esto, un lugar en nosotros mismos en donde no queremos entrar, donde no queremos mirar. Es ese lugar en donde ocurre el derrumbe de esa persona que quiere ser especial, y ser especial incluye el hecho de estar con una persona que fue o es especial.
El camino espiritual es la vida humana y la experiencia espiritual es profundamente transformadora; no se detiene en la experiencia especial, ni en la idea ni en la forma. Quiero decir con esto que tampoco nos asegura nada el hecho de vivir una experiencia espiritual de ningún nivel, si es que eso existe. Esas experiencias son nuestra estrella guía, nuestra inspiración. Y una vez vividas queda Todo lo Demás.
¿Qué es esto?
Nuevamente la vida humana, ahí está la experiencia realizadora. Entonces es cuando debemos indagar aún más y desafiar cada uno de nuestros mapas cosmológicos, porque cada vez que concretamos una teoría, por más cósmica que sea, sólo estamos haciendo un trazo en el infinito; la única forma de encontrarle sentido a ese trazo es volverse miope mirándolo.
¿Pero quién quiere conocerse a tal profundidad?
Nos atemoriza cuestionar o investigar cualquier precepto que se nos entrega y hay algunos que para variar ni los tocamos:
- perfeccionar, perfección, perfecto.
- correcto, incorrecto
- pureza, impureza
- maestro, discípulo, disciplina, maestría
- amor, libertad, comunidad
- linaje, jerarquía, poder
- ser superior, verdadero ser
No importa donde nos escondamos, podemos intentar dejar pendiente la tarea fundamental a través de cualquier medio, pero esa tarea nos va a encontrar frente a frente, pues no es una tarea para algunos privilegiados o con buen karma, el camino espiritual es la vida humana.
El tremendo impacto de este sentirse, es sentir todo lo humano. Nadie puede validar la experiencia espiritual de otro en realidad, pero la necesidad hace al oportunista. No es sino en el convivir completo y abierto, sin distinción ni privilegios, en donde se despliega nuestra verdadera realización, y esto incluye errores y aciertos, arrogancia y humildad por donde vamos entrando y saliendo para revelarnos. Sólo la disposición sincera nos hace navegar ese mar, que a veces es tormenta, con una aceptación completa.
El sentido de ser o querer ser perfecto, exitoso, humilde, etc.; es un sentido de posesión producto de la personalidad pre construida socialmente desde la infancia, no es la expresión de esa personalidad frugal e intensa que pasa a través de todo y contempla la experiencia de vida como la máxima realización.
Todas las disciplinas, filosofías, técnicas, creencias o cosmologías son vasijas vacías, están ahí para ser llenadas por la completa intensidad de vida del aprendiz y de su propósito en acción, es eso lo que les da un sentido. No hay ninguna ceremonia que te pueda limpiar o sanar, o acelerar tu crecimiento espiritual, ninguna técnica que te pueda liberar, ni maestro que te pueda cruzar a la otra orilla.
Básica y curiosamente, lo que no queremos aceptar, es que todo eso lo tenemos que hacer nosotros mismos por la constante expresión de nuestro propio propósito, y si eso es cierto, entonces es que podemos hacerlo. Pero si vamos por esta tarea con algún tipo de expectativa de conquista, reconocimiento o de éxito nos vamos a quedar probablemente atrapados en alguna manifestación creativa de nuestra experiencia de la conciencia. Luces, seres, recuerdos de vidas pasadas, maestros astrales, etc.
Un aprendiz no acepta ni necesita aceptar al maestro ni a sus palabras, lo que acepta es la tarea del maestro. Y esto es porque encuentra profunda resonancia entre esta pregunta y su propio ímpetu. Por el otro lado, el maestro, que tiene una labor circunstancial, no espera nada de él mismo ni del aprendiz en relación al aprendizaje, porque él está al servicio del aprendizaje no de las personas ni de su persona. Cada vez que aparece el ímpetu y la conciencia del aprendizaje, este maestro esta ahí para incomodar, sí, incomodar la nueva posición o tendencia a crear una teoría de su propia experiencia o de la del aprendiz e inspirarlo a ir más allá, siempre más allá. No se trata de corregirlo sino de desafiarlo.
Desde esta experiencia completa del ser humano, en su extrema limitación, vulnerabilidad e incertidumbre frente a la naturaleza del infinito y el universo, estamos reconociéndonos en aquello que buscamos, ahí somos el camino. Dejarlo hasta aquí sería fácil y poético. Saltarían de alegría entonces los flojos y auto complacientes diciendo: soy el camino, soy el camino!!!!!! Ahhhhhh, a esto me refiero con que todo va a depender de la sinceridad y el ímpetu de tu propia búsqueda esencial. Si este ímpetu está, la aseveración de que somos el camino va a desplegar inmediatamente todo un campo a explorar en la conciencia:
¿quién es ese que es el camino?.
Y el camino espiritual está siempre empezando, en el sentido de que no hay currículos que sirvan al propósito de la existencia.
Carlos Otero Robledo.
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