sábado, 5 de mayo de 2012

Un profundo darse cuenta






¿Qué tan profundo es el estado de dar por sentado las cosas en nosotros? ¿Qué tan auto centrados y ciegos  nos puede llevar a ser? Por ejemplo ahora mismo, mientras escribo esta reflexión, en medio de esta suerte de claridad ¿Que estoy dando por sentado? Como todo ejercicio de expresión, asumo esta escritura como parcial y develadora, más que una mera descripción objetiva de las cosas como son.

Observo que no es posible instalar, recrear y explorar la comunicación verdadera entre nosotros cuando damos por sentado aquello que nosotros creemos, sentimos, pensamos o deseamos. Desde allí se crían y sostienen retoños de abuso, amenaza, mentira, agresión e incomprensión; quizás sutiles en principio y que por lo mismo me revelan lo fundamental de esta reflexión que aquí acuño y comparto. 

Esta reflexión me pregunta mientras la escribo. Me refleja lo que observo día a día en mis relaciones. Me recalca aquello que me parece hoy en día inadmisible en instituciones, comunidades, gobiernos, asambleas y organizaciones varias. 

Si pregunto claramente ¿porqué no se me responde? ¿Si las cosas - cuales quieran que estas sean: emociones, tareas, visiones, condiciones , etc- cambian, porqué esto no se expresa? Me pregunto cuánto hay aquí de temor, que desde otro punto de vista pudiera llamarse cobardía. ¿Cuánto hay de ignorancia de sí mismo, cuanto de pereza... ?

Y ahora mismo te pregunto: ¿Qué estás dando por sentado en tu vida?¿Cómo podemos seguir aferrados a la ilusión de que aquello que vemos, sentimos, vivimos, pensamos o "tenemos" se mantendrá idéntico y sin modificación? Intuyo que es esa suerte de certeza la que sostiene una parte de ese dar por sentado. Y por otra parte una tozuda auto referencia  de que "yo pienso que... entonces..."

¿Qué tiene de vital y presente esta relación con los otros, con la vida? ¿No es acaso una tendencia que refrena lo que se mueve y se transforma? ¿No refleja este gesto del dar por sentado una profunda estructura psíquica, una afán sin tiempo de que las cosas se mantengan como "yo" quiero que sean? Pero aún antes de esto, ¿nos preguntamos cómo son las cosas? ¿Nos preguntamos si el otro piensa, siente, actúa como yo? ¿Nos preguntamos si el otro tiene el tiempo, entendimiento o escucha que yo vivencio?

Si estas preguntas se hacen, mas allá del puro funcionalismo de obtener una respuesta cerrada, si esas preguntas son formuladas constantemente como un ejercicio de atención a nuestras experiencias y relaciones, podemos ser activos y claros en nuestra comunicación. Y mientras escribo reflexiono que es una invitación fundamental en la convivencia el no dar por sentado nada. Por radical que parezca esta proposición ya Krishnamurti planteaba que desde el primer paso la semilla debe ser total y completa para que nos lleve a una transformación real.

Mucho trabajo, un arduo trabajo, el más bello espacio de atención.

María Sanhueza Silva
Limache, Mayo 2012


1 comentario:

  1. Al parecer, nuestra seguridad se fundamenta en estar seguros. Y esta seguridad la entendemos desde donde hemos sido condicionados, esto es: dentro de una marco que puedo controlar, al menos aparentemente. En donde ya no necesito cuestionarme ciertas cosas y a esas cosas les pongo un calificativo para que no parezcan o me parezcan arbitrarias o superficiales. Calificativos como: "tengo fé en ello", "creo", "siento", "pienso", "elijo", "me gusta", etc.

    ¿y por qué para la gran mayoría de nosotros es signo de inseguridad el cuestionarse?, otro condicionamiento.
    Nos instan a creer que el cuestionamiento, sobre todo el referente al si mismo y sus propias convicciones es el paso previo de una persona adulta. Cuestionarse es inmaduro, fácil, irresponsable.

    Lo cierto es que el cuestionamiento directo, honesto y auto referido nos asusta. Y a esto se suma el hecho de que el cuestionamiento, si se instala, debe tener sentido solo si se obtiene una respuesta, eso creemos, así nos educan.

    Más, curiosamente, la pregunta mueve a la totalidad del ser cuando está formulada concientemente, en cambio la respuesta, cual sea, es parcial.
    Hay una energía vital, una existencia innegable, en una pregunta existencial, profunda. En ese movimiento, en la acción del preguntarse se evidencia la existencia del ser, su pasión ontológica, su mirada penetrante, su espontáneo reconocer del hecho de que sucede una conciencia, sucede un darse cuenta de que hay un darse cuenta. Un Misterio.

    ¿Que pasaría, si nuestras creencias particulares fueran vividas desde la claridad de que son realmente solo un trazo en el infinito? Un algo momentáneo, esporádico, inconsistente, impermanente.?

    Revolución digo yo, radical.

    Si nuestras creencias particulares ya no fueran el refugio de nuestras ideas, pasiones, creaciones y acciones. Entonces el refugio seria la compañía del ser humano. En cada ser humano veríamos una familia, un hermano, un amigo, una madre, un padre. En cada ser humano sucedería el universo completo y todo nos aparecería como un convivir, como algo sagrado por el hecho de existir.

    ¿que implica esto?

    Todo, lo implica todo.

    No es solo un movimiento que se acomoda a lo que más me gusta. No es una creencia en la que me puedo esconder de mis propias vulnerabilidades, de mis contradicciones. Es fácil esgrimir una idea de si mismo cuando decidimos ocultar ciertos procesos o facetas de nosotros, cuando aún tenemos ese "mundo privado" en donde nos entregamos a esos vicios que nadie puede ver.

    Yo acepto la pregunta de María, por qué esa pregunta me revela, me llena de asombro sin respuesta. Tiemblo un momento, el tirano que es mi ego se siente incómodo, un potencial radical de libertad a entrado en el sistema. Luego sonrío, escucho, observo y reconozco el vértigo de este vuelo. Por un segundo, no hay segundo, no hay donde llegar, no hay alguien que pueda llegar.

    Carlos Otero Robledo

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