lunes, 13 de febrero de 2012

Práctica Contemplativa del Conocimiento Silencioso


Siguiendo con la escritura del fin de semana en Viña, cerramos el relato con la tercera instancia de convivencia en el Conocimiento Silencioso.

Todo espacio de trabajo de la escuela presenta tres pilares o senderos por donde caminar la experiencia de la conciencia, de modo de relacionarnos con el conocimiento de manera íntegra: 
Relación con el Cuerpo (respiración, posturas, emoción, pensamiento, movimiento y quietud)
Relación con la Contemplación (silencio interno, quietud, atención, percepción)
Relación con la Reflexión (conversación consciente, atención, observación, pensamiento, palabra, convivencia)



En el reconocimiento que estos tres senderos son Un gran camino, aceptando que los límites no son más que predilecciones y proposiciones para hacer volar nuestra creatividad y acordar en el encuentro con otros, espacios de aprendizaje y conocimiento.



Tras haber reconocido el cuerpo, desafiado su estructura y en ello todos nuestros patrones, pasamos a un espacio de conversación consciente, en donde nuestra palabra y nuestra escucha son al tiempo dinámicas y contemplativas, recuperando el espacio de los Círculos Orales de nuestros ancestros, que el fuego ahora esta adentro alumbrando con llama viva lo que vamos conociendo y madurando en palabras y silencios. 



Renovando también la asombrosa Mayéutica de llevarnos unos a otros guiados por  quien ya ha caminado estos senderos, a una reflexión cada vez más profunda de nuestras propias preguntas, a una osada y atrevida forma de dejar de respondernos cómodamente, una y otra vez desde nuestras carencias y límites. Mayéutica que da nacimiento a nuestra libertad y a nuestros sueños, no sin antes deconstruirnos conscientemente.



El trabajo se extiende con la tarde, siguiendo el sol, siguiendo el fluir de personas que quedan y las que se van.


Finalmente el trabajo de la tarde queda configurado sólo por varones, allí tras diversos espacios de exploración renuevan el espacio de conversación bajo un árbol antiguo, una imagen tan ancestral que se manifiesta simple y reconocible, al tiempo que estremecedora.


De lejos, pareciera estar viendo un recuerdo arcaico de seres humanos reconociéndose y creciendo en rededor de un circulo. Sin escuchar las palabras, tan sólo observando esos cuerpos, las miradas y los gestos se percibe el compromiso vital que nos lleva una y otra vez a preguntarnos, a nosotros mismos y a otros: ¿quién soy/quién eres? ¿porqué estoy aquí? ¿para qué estamos aquí?



La profundidad y extensión que estas preguntas toman en nuestra convivencia las dejo en voz y silencio de todos aquellos que han compartido con nosotros a lo largo de este año de talleres, siembras de temazcales, terapias individuales, encuentros internacionales, peregrinajes varios, reuniones de amigos y prácticas solitarias. Allí donde estamos caminando, en el corazón de la existencia, estamos siempre desenvolviendo posibles respuestas, como tejidos infinitos que nos enlanza en cuerpo, mente y emoción, respiraciones que no se pierden por oscuras, silenciosas o solitarias que parezcan.


Crecemos todos en estos encuentros. Agradecemos entonces, al finalizar este ciclo Introductorio al Conocimiento Silencioso en Viña, tantos pasos, tantas y tantos compañeros y el estar atentos siempre a estar comenzando, una y otra vez, como un aprendiz, como un niño que aprende.


Viña del Mar    2012
María Sanhueza Silva

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