martes, 17 de mayo de 2011

Con Versando... en el linaje de la mariposa.




¿Y si hiciéramos ese gesto hacia nosotros mismos? ¿si fuéramos capaces, con toda nuestra energía, de escuchar esos susurros que emanan de nuestro corazón ante el abismo del cambio y la transformación?¿qué pasaría con el dolor?”
Ka Ahau

Es gracioso el decir: que no hay Forma de describir algo; cuando tratamos de compartir un Aquello con prismas de intensidades tan plenas que surgen y se esfuman al tiempo que uno trata de recordar para decir.

Quizás, entonces uno rememore el fino trazo de una poesía inspirada, exhalada.

Porque siento y luego pienso, y aún antes contemplo, es que miro al cielo de estas palabras de una portadora del agua, y solita mi agua brota y mi pecho parece que quiere respirar, para compartir el aire de la vida y la palabra con el cuerpo.

Un gesto es una magia de detalles no descubiertos, en donde se puede decir el todo, en donde se puede decir la vida. No la vida de un alguien, incluso, más bien la vida de todos, que surge, se expresa, se deteriora y eclosiona, para volver y volver a los ojos testigos de todas las generaciones hacia atrás y hacia adelante en un camino trazado de intentos.

Un gesto podría, si bien, talvez vital, intrínseco, comenzar este manifiesto, don de la co creación. Más, los pasos deben seguirlo, hay que recordar, y el corazón, los pensamientos, la emoción, el sentimiento.

Y vaya tarea, digna si, de hermosos seres humanos, la de abrazarse en los desafíos para hacer en uno lo soñado y sembrar así un propósito magnético que recuerde a lo humano el convivir tan fecundo que seríamos en ese puro gesto hacia nosotros mismos.

Entonces la energía es un darse cuenta a disposición del corazón y ¿donde vas latido en mi pecho?, que contento ahí te sigo, y me muestras tanta vida dentro de la vida. Donde estoy, me siento ser y en cada sentir se transforman todas las manifestaciones.

El dolor viaja su propio viaje, no lo aliento ni lo niego. Hay que saber sanarse, abrazarse, perdonarse, y en casos que amerita un coraje, fiero de sonrisa y tranquilidad, saber ofrendarse.

Puede que el dolor sea un maestro, si es el maestro y no nuestro dolor. Puede que sanar sea mirar al otro en mí.
Agradezco, todo.

Chichil Cuauhtli



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