sábado, 30 de abril de 2011

Formar y Transformar ... Despertando al linaje de la Mariposa

Dar  forma para luego, luego, como un dibujo en acuarela y con los trazos fluidos del agua, redefinir deshaciendo, desandando o, más bien,  re-andándose el surco para desarmarlo y llevarlo a otro cauce, a otra forma de existencia y exploración. ¿Demasiado abstracto? No creo.

Voy siendo la crisálida que siendo gusano se tomó tiempo y paciencia en formarse, primero como un gusano, luego desde su propia estructura definida reanuda una forma nueva que lo envuelve para terminar esa forma, transformándolo. Gusano siendo crisálida siendo mariposa siendo vuelo.



Hablamos de formarnos, en todos los ámbitos, en lo laboral, en la escuela, en la vida, en lo espiritual. Hablamos de formarnos como si nos faltara algo, sospecho. Los adultos piensan en eso tal vez cuando educan a un niño y lo forman. Lo que me mueve en esta diferencia entre el formar y el transformar son varias intuiciones. Que el formar se relaciona con dar una determinada estructura a algo, que tras dar o conseguir dar esa forma a algo o a alguien, esperamos que desde allí se mantenga como si ya fuera definido por su forma, es decir, que la forma y lo formado se identifiquen. Llegada a esta intuición sospecho que el paso a otra forma o la asunción de un movimiento des-estructurante o transformador debe ser una especie de fracaso o crisis, literalmente demoledora.

¿Por qué hablo de todo esto? Porque busco entrar de lleno en una experiencia de la vida en donde la transformación sea la pauta de movimiento. Y que en esa transformación, en ese danzar de forma en forma, mi Ser se expanda magnifico y único, paciente y sutil, fecundo y creativo, generoso y alegre  por sobre todo y con todos. Intuyo aquí, que la naturaleza de lo humano es esa expansión, que exige de si mismo transformación tras transformación, y en ese movimiento, una renuncia y aceptación de trascendencia alegre y profunda.



Y todo esto me lleva a preguntarme por si somos capaces de ver que aquella naturalidad de expansión y cambio que somos está presente instante tras instante, disponible a nuestra conciencia si, y sólo sí, atendemos a ese espacio de silencio y observación. Tal vez al encarar los cambios lo hacemos tan identificados con nuestra forma actual, con esa formación que estamos siendo, que nos duele cualquier desprendimiento o desaparición, y tal vez si recordáramos que somos un devenir de células y energía que está siempre en transformación –según los últimos avances de la física y la biología en su renovado paradigma cuántico-  asumiríamos la transformación tal como el gusano-crisálida-mariposa lo manifiesta.



En la medida en que nos permitimos esa asunción de nuestra naturaleza y la encaramos desde el silencio y la observación de lo que somos como seres humanos, no sólo podemos movernos con la transformación, sino que además somos capaces de visualizar y descubrir los infinitos milagros que pueblan los territorios desconocidos en los que vamos arribando instante tras instante, haciendo de la desidentificación con nuestra estructura  no ya un abandono doloroso, perdida o duelo; sino que en ese tránsito a una nueva forma –provisional también- una alegre despedida,  una claridad de lo que dejamos, lo que nos entregó, lo que fuimos y lo que nos permitirá crear como posibilidad en el nuevo espacio que se abre frente a nosotros. 



Quizás lo que mueve al gusano a convertirse en crisálida no es más que la intuición de que algo debe dejarse y que la mariposa que lo habita en el fondo le sopla, susurrante no se qué poema de cielos y nubes y flores por doquier de todos los colores que lo inspira a su tiempo de claustro y silencio transmutador.

¿Y si hiciéramos ese gesto hacia nosotros mismos? ¿si fuéramos capaces, con toda nuestra energía, de escuchar esos susurros que emanan de nuestro corazón ante el abismo del cambio y la transformación?¿qué pasaría con el dolor?


Ka  Ahau
María Consuelo Sanhueza Silva

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