El Linaje de la Mariposa.
El linaje de la mariposa me tocó como un rayo de luz desde el sol.
Se posó sobre mi mano en un día de penumbras muy oscuras,
en medio del recorrido más profundo de todos mis laberintos,
enredaderas, callejones y desamparos.
Me vino a recordar,
la mariposa,
que en el pergamino de sus alas el polvo del conocimiento se asienta
en un instante de eterno efímero,
en donde puedes darte a la oportunidad
de traspasar el umbral de la dualidad adquirida
para conocer el sacrificio del sol, del fuego,
de la alquimia permutable de todas la eras.
Vino, sobre el rayo majestuoso de su vida plena,
a recordarme de la larva colorida, hambrienta y esforzada
con su caminar sigiloso entre el bosque de las hojas,
intentando conocer un mundo que saludaba para despedirse,
pues la intuición del cambio imponderable viene incluido en la experiencia vida,
y un día se siente en el cuerpo, en la mente, en los huesos.
De pronto se comienzan a tejer alrededor,
las circunstancias capullos que envuelven la conciencia,
como llevándola hacia adentro,
profundo para hacer luz sobre las sombras de lo propio y el dolor compartido.
Yacer, nada mas que esperar,
pues ya no se camina como antes,
ni la libertad común es percibida como aquello que inspiró tanta confianza
y entonces cuando el capullo cerrado se ha constituido
y ya no queda mas que el insomnio de lo cierto,
y el latido voluptuoso del corazón,
uno comprende, porque asoma la naturaleza de nuestra vulnerabilidad,
y tuve miedo, si tuve ... el miedo.
Lo hice mío hasta casi entregarme a el.
Y en ese momento entró la voz de este linaje de estrellas y de conciencia fértil,
y me dijo a través del heraldo alado destellante:
“El camino sigue, el camino es eterno, entrégate al parto de tu propia transformación, que después del capullo vienen las alas.”
Y entonces descansé,
vulnerable,
en la inocencia de una mente nueva y de una conciencia inextinguible,
me encontré caminando pleno,
aún sonriendo ante los desafíos constantes,
desaprendiendo para aprender,
compartiendo este estremecer,
de los vientos tan gigantes que remontan las edades, los linajes, la vida.
Carlos Otero Robledo
27 de Enero del 2011
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